El jade es el nombre que comúnmente se le da a dos minerales diferentes, la jadeíta y la nefrita. El nombre de jade proviene del español antiguo "piedra de ijada", "piedra de cadera", haciendo referencia a una piedra que los conquistadores españoles trajeron de América, y a la que se le atribuían propiedades curativas para la zona del hígado, el bazo y los riñones. El jade presenta una dureza mayor que el acero y antiguamente se usaba para la elaboración de armas y herramientas.
El jade nefrita es el más abundante. Es una variedad de tremolita o de actinolita, de tonos verdes cuando tiene hierro, y de tonos blancos cuando tiene magnesio. La palabra nefrita proviene del griego "nephrus", que significa "riñón", ya que se asociaba a la cura de enfermedades renales.
La jadeíta es un mineral de piroxeno y puede presentar varios colores, verde, blanco, amarillo, rojo, marrón, naranja, azul, negro, rosa y violeta, dependiendo de los otros minerales que pueda contener. La jadeíta más valorada es la de color verde esmeralda y suele llamarse jade imperial.
Yacimientos de jade nefrita: Estados Unidos, China, Canadá, Nueva Zelanda, Siberia, Corea del Sur, Italia, Polonia, Alemania, Alaska, Australia, Brasil, Rusia y Taiwan.
Yacimientos de jadeíta: Myanmar, China, Estados Unidos, Japón, Canadá, Guatemala, Kazajistán, Nueva Zelanda y Rusia.
El jade verde es muy valorado en Oriente por ser un símbolo de pureza, serenidad y sabiduría. También es apreciado por chamanes y terapeutas como piedra medicina. El jade verde se relaciona con el chakra corazón, con el amor y la armonía.
Se considera un mineral que emite calma y proporciona limpieza y protección. Favorece la sanación y el equilibrio mente-cuerpo. A nivel curativo se dice que favorece las funciones de limpieza y eliminación del cuerpo y que fomenta la fertilidad.