El ámbar no se considera un mineral, ya que es una resina fosilizada procedente de árboles, arbustos y otras plantas extinguidas. La resina de estos árboles se secó hace unos 40-60 millones de años, aunque se han encontrado piezas de ámbar mucho más antiguas. A veces el ámbar presenta inclusiones de restos vegetales o animales como flores, musgos, hormigas y mosquitos.
Gracias a estas inclusiones y a través de la paleontología se obtiene conocimiento de la vida de hace millones de años. El ámbar más abundante es el amarillo, naranja o marrón, pero también hay ámbar rojo, negro, blanco, azulado y verdoso.
Yacimientos: Rusia, Lituania, Letonia, Estonia, Polonia, Dinamarca, Noruega, Italia, Inglaterra, Alemania, República Dominicana, Myanmar, Líbano, México, Rumanía, Alemania, Canadá, China y Japón.
El ámbar se conoce por ser una antigua savia equilibrante, revitalizante y limpiadora. Ayuda a mantener la salud del cuerpo, favoreciendo la autosanación. También es conocida por sus propiedades analgésicas y antiinflamatorias. Colocada sobre las partes doloridas ayuda a calmar y a sanar la zona. Se considera una piedra de conexión con la tierra.
El ámbar potencia la vitalidad, calma el estrés y fomenta una visión positiva de la vida. A nivel curativo se dice que favorece las funciones del aparato digestivo y las articulaciones, ayuda a revitalizar los tejidos y a ejercitar la memoria.